1941: Comienza la enfermedad de mi padre



Voy al colegio de Gascón y Marín con Manolo. En los estudios soy aplicado. Sobre todo en dibujo. Manolo, que era un” sarguta” jugando a pitos, les ganaba con pitos viejos, los pitos nuevos a los niños ricos que vivían en la zona. Valían en el colegio: por tres. Estas partidas las hacía después de salir por la tarde del colegio, debajo de la farola que hay en la puerta del dispensario, con la calle Costa ; se nos hacía tarde –a las 8 - y al llegar a casa , había castigo: sin postre, o … estudiar en el comedor, o …limpiar los zapatos de todos; algunas veces , yo decía a mi madre, que me había parado un poco, para descansar; poniendo cara de bueno, posiblemente el asunto,”colaba “ 

Todos los domingos, si hacía buen tiempo, íbamos los pequeños a visitar a las abuelas; en la torre, mi padre aprovechaba para echar, con mis tíos y vecinos, unas partiditas de “julepe,”con MONO incluida, 

Subíamos verdura para casa y otras cosas que nos daba la tía Pilar, y si había flores, un ramo para mamá. La tía Pilar y mi madre… se querían muchísimo.También cogíamos lechacinos para los conejos que mi padre tenía, en una jaula grande, en el balcón del taller. Los vecinos que frecuentaban ésta” timba”, se asombraban de la educación que tenían los hijos de Ambrosio. Saludábamos a todos, y nos querían. La abuela nos preparaba la merienda. 

1942. La enfermedad de mi padre, no cesa; mi madre y mis hermanos mayores estaban muy preocupados. Visita a médicos y en clínica del Dr. Lozano. No hay solución. También pasó por el Hospital Militar en Ruiseñores,- con el sempiterno olor a tortilla francesa-. Y la misma respuesta. 

Comienzo a ir al colegio Calasancio. Me preparan para la Primera Comunión, que será para mayo. Comulgo en los Capuchinos y hubo en casa, chocolate con bollos. Los trajo Ambrosio del horno donde trabajaba por las noches. Fui muy feliz, mi madre lloraba. 

En el verano, éste año, fuimos a Jaca, con una diferencia: que los taxis? de la estación, a Jaca ,eran carruajes de caballos, de cuatro o seis asientos; las maletas iban arriba, Mi padre contrató una habitación en la pensión España en la calle Mayor, con un patio muy grande donde se metían los carruajes. Presumo que cada hotel, tendría su carruaje esperando en la estación, Una camarera me enseñó, en el patio, como unas tinajas, llenas de huevos; me dijo que estaban en agua de cal y que se conservaban mucho tiempo. ! Yo me llevaba muy bien con las camareras, Aquí , saliámos a pasear mañana y tarde,  porque tenía que respirar aire sano.


 1941. Comienza la enfermedad de mi padre. El médico le recomendó: la montaña, Aquel verano fuimos mamá, papá y yo, a Biescas. Primero el tren ¡que emoción! de Zaragoza a Sabiñánigo, y luego en un autobús renqueante, hasta el pueblo. Nos dejó el autobús Allí lo pasé muy bien. Estábamos en la alto de la parte vieja del pueblo, alquilada una habitación con derecho a cocina, en una casa particular, de un matrimonio que tenían campos, y en la parte baja de la casa , en la cuadra, había una vaca , una mula, un cerdo en el azolle, gallinas , conejos en una jaula grande,… ¡yo estaba en la gloria! . Junto a la puerta de la cuadra estaba la puerta de entrada a la casa; ésta era de madera algo vieja, con gatera, de dos partes, al igual que la de la cuadra, la parte de arriba se mantenía durante el día abierta con un toldo de loneta a rayas verde, para que no entraran las moscas; al fondo de la cuadra había un ventanuco que daba al río; la c asa era toda de piedra, encalada, y encima de las puertas, había dos ventanas con marco pintado de azul, que correspondían a una habitación y la otra a la cocina, que tenía hogar, cadiera y una mesa grande en el centro. Todos los suelos de la casa , eran de tablas de madera; la escalera era estrecha y de obra, encalada, Nuestra habitación estaba en la parte de atrás con una ventana que daba al rio; permanentemente se oía el ruido del agua. El arco de la puerta de la cuadra era de piedra, y el de la casa, era de piedras cuadradas, encalados como toda la fachada; había una piedra larga como un banco, entre las dos puertas, y en el rincón, una piedra grande con un hueco a modo de maceta. Con la casa, terminaba la calle en una pared de piedra con mucho musgo. El dueño de la casa, delgado, y de la edad como mi padre, me llevaba a la huerta, y a la era, a trillar. Teníamos que pasar el río, por un puente de maderas que también pasaban por él, los autos y el autobús….era la carretera que se iba a Torla. Eran muy cariñosos y amables.



1 comentario:

  1. La fotografia es preciosa..que buena julian...como seguro de bella seria la casa de campo donde fuistes,,,,seguro que seria una delicia......vida de campo ..vida humilde pero felices..a pesar de la enfermedad de tu padre y las miserias que traen la guerra,..un abrazo.

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